La excursión empezó poco después de que saliera el Sol, y hubieran devorado un estupendo desayuno estilo esquimal y preparado por la abuela. Todos se caían de sueño, pero sabían que había que salir pronto para aprovechar las horas de más calor. En el Polo Norte hace mucho frío cuando se oculta el Sol, y por ello tenían que estar de vuelta antes del anochecer.
Partieron hacia el Norte, gracias a la ayuda de una brújula, en dirección hacia las montañas de hielo que se veían desde el igloo. Quedaban bastante lejos, y no podrían llegar hasta el final, pero por lo menos podrían verlas desde mucho más cerca. La abuela les había dicho que eran enormes, y que además desde allí, podrían ver los igloos de unos amigos que habían conocido el Verano anterior. ¡Igual lograban hablar por radio con ellos y saludarse desde lejos!
George, el mayor de todos ellos, dirigía el grupo. El resto iba detrás, caminando en parejas, como había dicho el abuelo. Tras unas dos horas de caminata, a Clara le pareció oir un lamento que venía de detras de unos bloques de hielo, a un lado del camino. Al principio no hizo caso, pero la segunda vez que lo escuchó se separó de Mike, con quien iba caminando en pareja, y se acercó al bloque más grande, desde donde parecía que venían los sonidos.
- ¿Qué haces, Clara?- se preguntó George
- Creo que hay algún animalito ahí detrás - contestó ella.
- ¿No recuerdas lo que dijo el abuelo?- le dijo su hermano Oriol.
Y ella respondió: - ¿Y si hay algún animalito que necesita ayuda? - Y sin esperar más, rodeó el bloque de hielo y gritó con emoción: "¡Es un osito!".
Todos los demás se acercaron corriendo, ¡y allí estaba! ¡un osito polar que no debía tener más que unos meses! Parecía muy cansado, aunque no tenía ninguna herida. Seguramente llevaba varias horas perdido. Lo cual hizo que todos recordaran lo que había dicho el abuelo sobre los osos y lo peligrosas que eran las madres. Rápidamente empezaron a mirar el horizonte en todas direcciones, para ver si veían a la madre o al padre osos. Tras un rato de observación no vieron nada aparte de hielo, excepto un trozo muy grande de madera junto a la costa, a unos 100m de donde estaban.
- Seguro que ha venido en ese trozo de madera - dijo George, mientras se acercaba para verlo mejor.
Justo cuando llegó, oyó unos chillidos que venían del agua. Levantó la mirada, ¡y delante suyo había tres delfines que les estaban mirando!
-¡Venid todos! - gritó a los demás.
Cuando todos llegaron, incluyendo el osito que les seguía por detrás, los delfines chillaron más fuerte, moviendo la cabeza hacia atrás, señalando mar adentro. Y a los pocos segundos, se añadió a la fiesta una enorme ballena gris, que apareció de debajo del agua, a muy pocos metros de la costa. Todos los niños retrocedieron unos pasos hacia atrás, asustados por el tamaño y las dimensiones de la ballena: era tan larga y alta como un camión con remolque.
Cuando todos llegaron, incluyendo el osito que les seguía por detrás, los delfines chillaron más fuerte, moviendo la cabeza hacia atrás, señalando mar adentro. Y a los pocos segundos, se añadió a la fiesta una enorme ballena gris, que apareció de debajo del agua, a muy pocos metros de la costa. Todos los niños retrocedieron unos pasos hacia atrás, asustados por el tamaño y las dimensiones de la ballena: era tan larga y alta como un camión con remolque.
De repente, el osito saltó sobre el lomo de la ballena, que ya estaba casi pegada a la costa, subió hasta la parte de arriba. Desde allí, se dió media vuelta para mirar a los niños, y empezó a mover la cabeza igual que los defines: primero mirandoles, y después mirando al mar.
- Creo que quiere que subamos - dijo Jim, el más pequeño.
Y sin esperar a que los demás dijeran algo, saltó también al lomo de la ballena, y subió hasta unirse al osito, que empezó a mover las patas delanteras dando signos de alegria.
- ¡Pero qué haces, Jim!- dijo George.
- El osito quiere que le ayudemos, y sus amigos la ballena y los delfines también. - contestó Jim, cruzándose de brazos.
- La verdad es que esto es tan increíble que creo que tienes razón- dijo Susan, empezando a trepar por el lomo de la ballena.
- La verdad es que esto es tan increíble que creo que tienes razón- dijo Susan, empezando a trepar por el lomo de la ballena.
Al cabo de un minuto estaban todos encima, y la ballena empezó a dirigirse mar adentro, siguiendo a los delfines, que encabezaban la marcha.
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