martes, 11 de marzo de 2008

Aventuras en el Polo Norte (1ª Parte)

Érase una vez dos hermanos, Oriol y Clara, que tenían unos abuelos que vivían cerca del Polo Norte. Eran esquimales, y en recuerdo de sus antepasados, cada Verano dejaban sus casas de madera en el pueblo, para pasar unas semanas viviendo en igloos. Éstas son construcciones de hielo de forma redonda, donde para entrar te tienes que poner de rodillas, y pasar por un pequeño tubo hasta el interior. De esta forma, aunque fuera haga muchísimo frío, dentro puedes estar muy calentito.

Ese Verano, Clara y Oriol, de 7 y 9 años respectivamente, fueron a pasar unos días con sus abuelos. Allí se encontraron con sus otros cinco primos: Jim, de 5 años, Anna de 7, Mike de 8, Susan de 10, y Gorge de 12 años. Ellos vivían en Canadá, un país que está al otro lado del Océano Atlántico. En total eran 7 niños, y todos ellos hacía muchas semanas que esperaban ese momento. ¡No todo el mundo puede contar que ha volado en avioneta por encima de los glaciares y los icebergs, y que además ha aterrizado en el hielo!

Pues bien, después de pasar el primer día deshaciendo las mochilas, y contando a los abuelos cómo estaba la familia, y cómo habían ido las notas del cole, llegó el esperado momento de preparar la exploración del hielo. En primer lugar, el abuelo los hizo sentar a todos en círculo, dentro del igloo más grande. Se colocó en el centro, y mirándoles seriamente les dijo:

-No os alejéis tanto que dejéis de ver los igloos, ya que podríais perderos.

Después de esperar unos segundos a que todos los niños asimilaran ese primer mensaje, les dijo:

-Llevaos siempre una radio con vosotros, e id siempre en parejas. Y por último - acabó - ¡Nunca os acerquéis a ningún animal, sobretodo a los osos polares, que son muy peligrosos!

Los 7 niños se quedaron callados y sin apenas moverse, pensando en lo que había dicho el abuelo. Sus padres les habían contado las numerosas aventuras que había vivido el abuelo cuando era joven, antes de casarse con la abuela, y sabían que hablaba muy en serio. Todavía recordaban aquella vez que el abuelo cazó un oso polar de casi 3 metros de altura, sólo con una lanza. O cuando tuvo que luchar contra una Orca sólo con un kayak y un pequeño arpón.

A continuación, prepararon la excursión del día siguiente con mucho cuidado: cogieron mapas, mochilas, cuerdas, abrigos, guantes, comida, agua, y por si acaso, tiritas de colores, vendas, y algunas medicinas. Y por supuesto, ¡las radios!

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