domingo, 1 de marzo de 2009

PAUSE - 3ª parte: la historia del reloj


El abuelo de Ana se sentó junto a ella, y empezó a hablar. Por el tono, Ana ya sabía que iba a contarle una historia durante la siguiente media hora, ¡por lo menos! Así que se acomodó en la butaca, y escuchó con atención. ¡El abuelo era muy bueno contando historias!

- Hace muchos años, - empezó el abuelo-  vivía un pescador llamado Victor, en un pequeño pueblo de la Costa Brava. Un día que estaba pescando con su barca, vió a alguien estirado boca abajo en la orilla de una playa. Parecía que estaba herido y sin sentido. Al acercarse para socorrerlo, observó que parecía haber estado varios dias perdido en el mar. Tenía la cara quemada por el Sol, y varias heridas en brazos y piernas. Seguramente al haberse golpeado contra las rocas cuando llegó a la playa. Sin pensarlo, lo llevó rápidamente a su casa, donde estuvo varios dias durmiendo. 

Cuando por fin se despertó, el náufrago le contó que viajaba en un barco desde Marsella hacia Barcelona. Una noche de tormenta, estaba en la cubierta cuando una inmensa ola le arrastró fuera del barco. Gritó pidiendo auxilio, pero se perdió entre el ruido de las olas y el viento. Se quedó flotando durante varios dias, gracias a una madera que encontró flotando. Y ya no recordaba nada más hasta que había despertado en esa habitación. 

Cuando ya estuvo recuperado, y a punto de marcharse le dijo al pescador:

- Me has salvado la vida, y por ello te voy a dar algo muy valioso para mí. No tengo hijos, y ya soy mayor. Por ello es necesario que tú sigas la cadena.

El pescador no entendió nada. Se miró lo que tenía en la mano: era una pequeña caja de metal, bastante pesada y de un color oscuro. La abrió, y - dentro estaba el reloj que has descubierto hoy - dijo el abuelo sonriente.

¿Y qué le dijo el náufrago? ¿Le contó para qué sirve parar a todos menos el que tiene el reloj? - preguntó Ana impaciente.

Claro que se lo dijo - contestó el abuelo, rodeándola con su brazo izquierdo- Le contó que gracias a ese objeto podría ayudar a mucha gente. Sólo tenía que pulsar el bótón derecho, y todo se pararía de inmediato, excepto ella. Este momento se llamaba PAUSE. Entonces podría evitar que alguien sufriera daño, o que algo malo ocurriera, moviendo lo que hiciera falta, antes de presionar de nuevo el botón para que todo volviera a ser normal.

Sólo hay dos reglas básicas: - le dijo por último el náufrago - La primera es que sólo puedes utilizar el reloj para ayudar a los demás, no a tí misma. Si lo haces, el reloj dejará de funcionar durante 1 año completo, así que ten mucho cuidado si lo usas para esto, ya que pasarás un año entero sin poder ayudar a nadie.

- ¿Y la segunda? - dijo Ana intrigada.

- Pues que el reloj tiene que pasarse de abuelos a nietos, saltándose una generación - contestó el abuelo - Sólo si no tienes hijos puedes decidir a quién se lo entregas. 

Ana se quedó cabizbaja, jugando con el reloj. Entonces observó el botón de la izquieda, del que se decia nada en la historia.

- ¿Para que sirve el botón izquierdo? - preguntó

- No lo sé, Ana - contestó el abuelo - Lo único que sé es que el náufragó le dijo al pescador lo mismo que le había dicho a él su abuelo:

- El botón izquierdo sirve para contrarestar el lado malo.

¿Y eso qué debe significar? - dijo Ana un poco frustrada por la respuesta.

-Pues no sé, muchacha. Después de muchos años con el reloj, he probado con él cuando estaba en modo PAUSE, y nada. Quizá está estropeado - contestó el abuelo, levantándose de la butaca. Y cogiendola por los hombros le dijo: 

-¡Bueno Ana! Ahora que ya conoces el secreto familiar, te toca a tí. La verdad es que pensaba pasártelo cuando tuvieras 14 años, como es normal, pero ya que te has adelantado, creo que es mejor que te ocupes tú de él. Yo ya soy mayor, y no puedo hacer según qué cosas.

- ¿Qué?  ¿Aceptas la propuesta que te hace tu abuelo?

Ana no sabía qué decir. Por un lado tenía ganas de decir que sí , pero sabia que desde ese momento nada sería igual para ella.

(Parte 4ª próximamente)









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